Los Apócrifos del Nuevo Testamento

Los Apócrifos del Nuevo Testamento

Los cristianos de la época del Nuevo Testamento estaban familiarizados con las obras judías apócrifas, incluyendo las especulaciones apocalípticas que se encuentran en Apocalipsis de Esdras. Por lo tanto, no les sorprendería que una colección similar de literatura surgiera de sus propias Escrituras, cuando estas comenzaron a ser compuestas y a circular.

Sin embargo, el Nuevo Testamento apócrifo, al igual que su contraparte del Antiguo Testamento, sólo se podía considerar en relación a un canon establecido de obras de las Escrituras. Puesto que el catálogo más temprano de escritos del Nuevo Testamento, el Canon Muratoriano, no fue compilado sino hasta alrededor de 200 d.C., pasó un tiempo considerable antes que apareciera una declaración oficial de la iglesia sobre lo que debía ser considerado los apócrifos del Nuevo Testamento. Mientras tanto aparecieron una gran cantidad de materiales de naturaleza predominantemente religiosa, aparentando ser ortodoxos por su naturaleza y que trataban de varios aspectos del cristianismo histórico. Según resultaron los hechos, esta literatura apócrifa frustró los propósitos que tenía la intención de alcanzar. Debido a la escasez de información sobre asuntos tales como la infancia, la adolescencia y la juventud de Jesús, los evangelios de la «infancia» intentaron proveer al lector de lo que se esperaba que pasara como hecho histórico. Sin embargo, mucho del material estaba dentro de la esfera de la fantasía y ningún lector inteligente lo hubiera aceptado jamás como hecho. Por ejemplo, en el Evangelio de Tomás, a Jesús, que en ese momento tenía cinco años de edad, se le acusa de no guardar el día de reposo porque hizo gorriones de arcilla al lado de un arroyo. Cuando su padre José investiga la situación, Jesús palmea las manos y los gorriones de arcilla cobran vida y se van volando y gorjeando.

Los evangelios de la «pasión» fueron escritos para embellecer los relatos canónicos de la crucifixión y resurrección de Cristo. Como suplemento de la enseñanza cristiana, muchos de los escritos apócrifos parecían proclamar ideas que en realidad estaban fuera del alcance de la doctrina del Nuevo Testamento. Los intentos por llenar los «años ocultos» de la vida de Cristo no tuvieron fundamento alguno en las tradiciones de los Evangelios. Las obras que trataban con el estado final de los inconversos fueron adornadas de tal manera que fueron mucho más allá de lo que se afirma en el Nuevo Testamento. En algunas instancias notables, como en los escritos de las sectas gnósticas, los autores se propusieron deliberadamente propagar enseñanzas heréticas que ellos habían aceptado bajo la autoridad de alguna figura apostólica. El Evangelio de Tomás, recuperado alrededor de 1945 en Nag Hammadi (Jenoboskion), cerca del Río Nilo, es un ejemplo de un intento de perpetuar dichos y dogmas raros al atribuírselos a Jesús, para que recibieran amplia aprobación y aceptación.

Debido a que los escritos de los que estamos hablando tienen un cierto parecido a los tipos literarios y divisiones principales del Nuevo Testamento, los eruditos los han agrupado de manera similar para la conveniencia de los estudiantes. Los evangelios apócrifos principales son:

Evangelio árabe de la infancia

Evangelio armenio de la infancia

Libro de Bartolomé sobre la resurrección de Cristo

Evangelio de Bartolomé

Evangelio de Basílides

Evangelio de la natividad de María

Evangelio de los Ebionitas

Evangelio según los hebreos

Protoevangelio de Santiago

Historia de José el carpintero

Evangelio de Marción

Evangelio de Matías

Evangelio de los nazarenos

Evangelio de Pedro

Evangelio de Felipe

Evangelio de Pseudo Mateo

Evangelio de Tomás

Hay también algunos libros apócrifos de Hechos, los cuales se supone que son los relatos de logros apostólicos que supuestamente no han sido registrados en la Escritura. Tales «Hechos» son la fuente de mucha tradición, como por ejemplo que Pedro haya sido crucificado con la cabeza hacia abajo y la misión de Tomás a India. La fiabilidad de las tradiciones es cuestionable porque los escritos claramente contienen material no ortodoxo. Sin embargo, se pueden encontrar pequeños fragmentos de información correcta en este grupo de literatura ficticia.

Debido a que a menudo son libros de carácter herético, la iglesia ha reaccionado firmemente contra tales libros, a veces aun demandando que sean quemados (por ejemplo, en el Concilio de Nicea del año 787). Los Hechos de Juan presentaban a Jesús hablando con Juan en el monte de los Olivos durante la crucifixión, explicándole que sólo era un espectáculo. En los Hechos de Tomás, Jesús apareció en la forma de Tomás, exhortando a una pareja de recién casados que se consagraran a la virginidad. La abstinencia sexual era un tema dominante, reflejando ideas platónicas, que menospreciaban el cuerpo físico.

Muchos eruditos fechan la obra más temprana, los Hechos de Juan, antes de 150 d.C. Los Hechos principales (de Juan, Pablo, Pedro, Andrés y Tomás) probablemente fueron escritos durante el segundo y tercer siglos. Estos impulsaron a los otros Hechos, que eran principalmente historias de milagros, escritas más para entretener que para enseñar. Las obras clasificadas de una u otra manera bajo el encabezamiento de Hechos incluyen:

Historia apostólica de Abdías

Hechos de Andrés

Historia de Andrés

Hechos de Andrés y Matías

Hechos de Andrés y Pablo

Hechos de Bernabé

Hechos de Bartolomé

Ascenso de Santiago

Hechos de Juan

Hechos de Juan, por Prócoro

Hechos de los mártires

Hechos y martirio de Mateo

La pasión de Pablo

Hechos de Pablo y Tecla

Hechos de Pedro

La pasión de Pedro

Predicación de Pedro

Hechos eslavos de Pedro

Hechos de Pedro y Andrés

Hechos de Pedro y Pablo

La pasión de Pedro y Pablo

Hechos de Pedro y los doce discípulos

Hechos de Felipe

Hechos de Pilato

Hechos de Simón y Judas

Hechos de Tadeo

Hechos de Tomás

Una gran cantidad de obras apócrifas son clasificadas como epístolas. Estas obras, que generalmente son seudónimas, se originaron en diferentes períodos. Por ejemplo, un grupo de epístolas es principalmente judío y se refiere al Antiguo Testamento, tal como la Carta de Jeremías (que se mencionó antes en este artículo). El grupo más grande se enfoca en personas y lugares mencionados en el Nuevo Testamento. Estos escritos epistolares incluyen:

Abgaro y las cartas de Cristo

Epístola de los apóstoles

Epístola de Bernabé

Tercera de Corintios

Epístola a los laodiceos

Epístola de Léntulo

Epístolas de Pablo y Séneca

Epístola de Tito

Muchos eruditos liberales también han considerado a 2 Pedro y a Judas como libros apócrifos.

Muchas otras obras apócrifas son de naturaleza apocalíptica. Estas obras están complementadas por material tal como las Constituciones Apostólicas y los Cánones. A estas se le agregan las composiciones gnósticas y el Nag Hammadi, que incluyen obras que afirman representar las enseñanzas de Cristo así como también instrucciones «secretas» compiladas por escritores gnósticos y unas pocas composiciones apócrifas.

Estudios comparativos han mostrado, sin duda alguna, que los escritos apócrifos del Nuevo Testamento presentan, en el mejor de los casos, una serie de tradiciones desvalorizadas acerca del Fundador y de las enseñanzas del cristianismo primitivo. En el peor de los casos, las narrativas están totalmente desprovistas de valor histórico, y en algunos aspectos son totalmente extrañas a la espiritualidad del Nuevo Testamento. Aun cuando parecen apoyar una tradición actual en alguna parte de la iglesia primitiva, la evidencia que presentan es inferior a la que a menudo se puede obtener de otras fuentes. Algunas veces las composiciones son tan triviales e inconsecuentes que es difícil justificar que hayan sobrevivido. De hecho, se han perdido ciertos escritos apócrifos y sólo son conocidos en forma de citas en otras obras más grandes.

Sin embargo, las composiciones apócrifas del Nuevo Testamento son importantes porque indican lo que les atraía a las personas comunes de aquellos días. Parece que ellos necesitaban un elemento romántico para complementar la verdad espiritual que recibían. Algunas de las historias que se relatan eran vívidas y llenas de fantasía, y otras, como los apocalipsis, proveían una forma de escape de las duras realidades temporales. Sin importar cuál fuera su naturaleza, los escritos apócrifos del Nuevo Testamento ejercieron una influencia fuera de proporción sobre su verdad fundamental.

Bibliografía

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Charles, R. H. The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament [Los apócrifos y pseudoepígrafos del Antiguo Testamento], 1913.

Charlesworth, J. H. The Old Testament Pseudepigrapha [Los pseudoepígrafos del Antiguo Testamento], 2 volúmenes, 1983, 1985.

Santiago, M. R. The Apocryphal New Testament [El Nuevo Testamento apócrifo], 1924.

Kirkpatrick, P. G. The Old Testament and Folklore Study [El Antiguo Testamento y los estudios folclóricos], 1988.

Robinson, J. M., editor, The Nag Hammadi Library [La biblioteca Nag Hammadi], 1988 (tercera edición revisada).

Schneemelcher, W., editor; R. M. Wilson, traductor, New Testament Apocrypha [Los apócrifos del Nuevo Testamento], 1963.

Sparks, H. F. D. The Apocryphal Old Testament [El Antiguo Testamento apócrifo], 1984.[1]

 



[1] Comfort, P. W., & Serrano, R. A. (2008). El Origen de la Biblia (pp. 91–96). Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc.

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