Dios salva!

Dios salva!

¿Cómo entramos en la salvación ósea la transformación completa del corazón de una persona?

Nuestra salvación

Pensamos, equivocadamente, que la salvación tiene que ver principalmente con nosotros; que recibir la salvación depende de nosotros, que la salvación es nuestro acuerdo con Dios y que su meta más grande en la salvación es asegurar nuestro destino eterno. Por pensar de esta manera, que la salvación tiene que ver principalmente con nosotros, creemos que tenemos que ganarla con obras o por obras.

Dios salva

En realidad, la salvación tiene que ver principalmente con Dios. La salvación empieza con Su deseo de salvarnos; es Su obra en nosotros y lo hace por Sus propias razones. Igual que en toda la creación, Dios es completamente soberano en la salvación. Claro que la salvación tiene que ver con nosotros, pero tiene que ver aún más con Dios. La salvación empieza y termina con Dios.

Dios decide salvar

La salvación empieza con Dios porque Dios conoce nuestro pensamiento y nuestro corazón. En base a esto Él decide quien va a ser salvo, y cuando Dios nos salva, es por Su deseo, no el nuestro. Nosotros somos rebeldes; no buscamos a Dios. Por lo tanto, cuando Dios salva a alguien, es porque Él ve y conoce nuestro corazón y decide salvarnos. Nos conduce a un lugar señalado por Él, Nos presenta el mensaje con el ungido escogido, pone en uno el entendimiento del mensaje, ayuda a uno a procesar el mensaje de salvación y finalmente nos toca el corazón para aceptarlo como Su salvador. Desafortunadamente muchos de nosotros escogemos ignorarlo o arriesgarnos y posponerlo para otra ocasión sin saber si va a ver otra ocasión.

Es la obra de Dios

La salvación termina con Dios porque Él hace la obra real de salvar. Dios salva. Dios hace el trabajo de convertir al corazón corrupto, de transformar a la persona rebelde en una nueva persona.

Dios hizo la obra salvadora en Jesús. En Su vida, cruz y resurrección de la muerte, Cristo pago el precio del castigo de nuestra rebeldía, nos da Su justicia perfecta y asegura nuestra resurrección de la muerte. Dios no nos salva porque llegamos a ser mejores personas, sino que nos salva en Cristo.

Cuando Dios nos salva, es Él quien hace la obra de la salvación. Nos atrae hacia así mismo. Nos da la fe que necesitamos para poner nuestra confianza en Él. Nos perdona completamente. Nos hace ser nuevas personas. Nos adopta en Su familia como Sus hijos amados. En el momento de salvar, Dios demuestra Su grandeza y poder porque Él está salvando a alguien que es rebelde y perdido.

¿Por qué?

Alguna vez te has preguntado; ¿Por qué Dios nos salva?  Dios nos salva por Sus propias razones. Nos salva porque nos ama. También, nos salva para recibir gloria, porque cuando Dios salva a una persona mala y rebelde, muestra públicamente Sus atributos (Su misericordia, Su poder, Su bondad y Su dominio sobre toda creación). Hay muchas razones por las cuales Dios salva, pero revelar Su gloria es la razón primordial. Su propósito en salvar más que todo es revelarse al mundo.

¿Cómo funciona la salvación?

Dios salva; Él decide salvarnos, nos persigue, nos atrae a sí mismo, nos perdonas, nos adopta como hijos suyos y nos hace nuevos. Esto es la gracia divina. Solo Dios puede salvar. Así Él recibe toda la gloria por la salvación; nadie más puede tomar el crédito porque Dios es el que salva.

Así es que si tú eres unos de los que Él te ha llevado al lugar elegido para que oigas Su mensaje y te ha tocado tu corazón con la verdad, el mensaje de salvación o si lo oyes y lo ignora o lo has ignorado por cualquier que sea tu razón y luego partes de este mundo sin la salvación, no culpes a Dios por la condenación para toda una eternidad, cúlpate a ti mismo por escoger seguir viviendo en rebeldía contra Dios. Él no condena, nosotros mismos nos condenamos cuando escogemos ignorar el mensaje de salvación.

Versículos que te pueden ayudar este pequeño mensaje;

Romanos 9:8-29, Salmos 115:3, Jonás 2:1-10, Juan 6:35-65, 2 Timoteo 1:9, Apocalipsis 13:8

Romanos 5:1-11, Hebreos 9:11-28, Romanos 8:28-39, Efesios 1:1-14, Efesios 2:1-11

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