Libro de II de Samuel

Libro de II de Samuel

II Samuel cuenta la historia de Israel a partir de la muerte de Saúl (II Sam. 1-20) y el subsiguiente reinado de David, con un suplemento al final (II Sam. 21-24).

En otras palabras, abarca, con su libro hermano, el período que va desde el establecimiento de una monarquía formal hasta el fin del gobierno de David. Incluye un período de guerra civil, el traslado del Arca de la Alianza a Jerusalén, el relato del pecado de David, un cántico de Acción de gracias y un oráculo acerca de la descendencia del rey.

Sin embargo, el relato no es en modo alguno completo y adolece de cierta desorganización estructural.

 Aspectos Históricos

Para disipar, se hace menester conocer, al menos someramente, la historia bíblica de ese período.

Las Doce Tribus se hallaban sumamente desorganizadas. En el período relatado por II Samuel, el peligro común las obligó a unirse. La conclusión lógica de este proceso político sería el establecimiento de una monarquía centralizada.

En consecuencia, Israel se hallaba un paso por detrás de sus vecinos Moab, Edom y Amón que ya se habían organizado en forma similar, incluso antes de que los judíos llegaran, liberados, de su largo viaje por el desierto tras el cautiverio en manos de los egipcios. El otro vecino de Israel, Siria tenía también un gobierno monárquico. Todas estas monarquías se diferenciaban así de las ciudades-estado como Canaán o de las tiranías lisas y llanas como los filisteos, constituyéndose en los primeros estados nacionales verdaderos de la región.

En II Samuel, el reinado de David conserva los tintes teocráticos que había tenido el de Saúl: ser rey depende de la gracia de Dios que quita u otorga. En el caso particular de este segundo rey, ha sido elegido por la divinidad desde su infancia para sustituir al rey anterior.

A pesar de la mirada teocrática que la Biblia otorga a estos gobernantes, siempre subsiste, como un halo de amenaza, cierto aspecto profano en todos los reyes. Es así que II Samuel hace mucho menos hincapié en la voluntad divina que apoya a David, y destaca mucho más sus rasgos humanos, sin omitir ni siquiera aquellos abiertamente pecaminosos.

A pesar o gracias a ello, David es un gran político que comprende que la gran unificación de Israel no puede ser lograda si el rey mismo se rebaja a intervenir en las competitivas disputas entre las tribus. Para subrayar este hecho, traslada el Arca a Jerusalén, que no es capital de ninguna de las tribus en pugna sino una conquista personal suya, concentrando en un solo punto la sede de la vida religiosa y la capital política de la región.

Las tropas que lo apoyan son mercenarias, soldados de fortuna de amplia experiencia, que se quedarán junto a él de modo permanente para garantizar la paz y la armonía de su reinado. El hecho de que David necesite a tantos y tantos guerreros custodiando Jerusalén demuestra que la tan proclamada unidad política no se había logrado aún, al menos de manera definitiva.

La realidad era que, por más que David era a la vez rey de Judá y de Israel, el pueblo al que gobernaba estaba y se sentía aún dividido en dos. Sólo los unía la obediencia al rey, lo que convertía al gobierno en una monarquía personalista y, por lo mismo, inestable.

Todo el proceso explicado no posee una datación histórica segura: primero, porque no poseemos fuentes externas de lo dicho aparte de la Biblia misma y en segundo término porque estos libros se encuentran fuera de sincronía con el resto del Antiguo Testamento.

Aspectos Religiosos

Como sucede con otros libros históricos de la Biblia, mediante la mera lectura se evidencia que II Samuel no ha sido escrito para el historiador, sino para el pueblo lleno con interés en el aspecto religioso de los hechos narrados.

El objetivo de lograr la unidad para mayor gloria de Yahveh ha fracasado bajo Saúl pero tiene éxito con David, monarca ideal desde el punto de vista del cronista bíblico. Salomón hará tambalearse este andamiaje y los reyes posteriores merecen la reprobación de los autores de Crónicas y Reyes.

Al revés que las demás naciones, Israel ha querido tener un rey, pero Dios les ha impuesto como condición que este no será un profano, sino también el líder religioso del pueblo. El rey será el ejecutor de la voluntad de Dios en medio de su pueblo, y se le exige para ello que sea fiel y piadoso. Para que no olvide sus deberes, el profeta del Señor estará siempre al lado del monarca para guiarlo y reconvenirlo.

Tras la reprobación de Saúl, llegará la fidelidad de David, el hombre elegido según el modelo de liderazgo que la divinidad pretende. No se conformará con nada inferior a él. Acaso como recompensa a la lealtad del rey, en 2 Sam. 7 Dios habla a Natán y le muestra una profecía acerca de los descendientes de David. De su simiente nacerá el Mesías, y este primer despertar de la esperanza mesiánica se extenderá por todos los tiempos hasta consolidarse en el

Quizás te Preguntes...

¿Cómo Dios puede ser una Roca? (II Samuel 22:2)

Si construye un edificio o una fortaleza con rocas, por más que llueva el agua no podrá deslavarla. El amor de Dios siempre permanece, pero mucho más en las tormentas y los desastres. Esto era lo que David estaba sintiendo, y en ese sentido, comparar a Dios con una roca parecía ser justo la seguridad que David necesitaba.  Alabado sea Dios por la imaginación para encontrar significado espiritual en la más humilde de las obras creativas de Dios. 

 

Datos Generales Para su Conocimiento...

Cuando fue Escrito: Poco después del reinado del rey David.

Escrito por: Probablemente por Natán y Gad

Tipo de Estilo Literario: Registros históricos.

Describámoslo en una Frase Corta: El rey David reina y su familia sufre.

2 Samuel

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24

 

© Copyright SabiduriadeCristo