¿Qué es Diezmar y Ofrendar?
EL DIEZMO (El Privilegio de la Mayordomía Cristiana)
El título de este estudio toca de inmediato una nota
controversial, porque diezmar (el acto de ofrendar un diez por ciento del
ingreso), es una obligación de los judíos, y en ninguna parte del Nuevo
Testamento se menciona como un deber del cristiano. Sin embargo, usamos el
término en un sentido general más que literal. Para nosotros la palabra
"diezmo" indica que el ofrendar debería estar relacionado con los
medios que poseemos, "según haya prosperado" (1 Corintios 16: 2) y no
necesariamente tiene que ser un diez por ciento exacto. No obstante, más
adelante veremos que el diezmo del Antiguo Testamento tiene una base bíblica
como el mínimo para el pueblo de Dios en todas las épocas.
Este escrito examinará muchos textos del Nuevo
Testamento, cada uno de los cuales presenta algún aspecto del diezmo,
incluyendo la actitud del creyente, los propósitos de Dios, la proporción del
diezmo, y algunas reglas prácticas para la mayordomía.
1. Todo lo que tenemos pertenece al Señor.
El primer principio de la mayordomía característicamente
cristiana, fue enseñado por el Salvador, según está registrado en Lucas 21: 1-4.
Viendo a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas, y con
ellos a una pobre viuda que echaba sus dos blancas, Él hizo la observación que
ella había dado más que todos los demás, pues mientras ellos dieron una pequeña
porción de su gran riqueza, 'ella de su pobreza' echó todo el sustento que
tenía.
La gran lección aquí, y la norma para las ofrendas del
cristiano, es que todo lo que poseemos le pertenece al Señor. Si alguien desea
debatir el valor preciso de un diezmo en la dispensación cristiana, si es un
décimo, o más, o menos, la respuesta del Señor es que es estrictamente todo lo
que tenemos.
Todo lo que somos y todo lo que tenemos es del Señor, y,
aunque tenemos que proveer para nuestra vivienda, ropa, comida y otras
responsabilidades, vivimos de Su dinero, pues todo nuestro ingreso es Suyo, y
debe estar disponible para Él conforme se requiera. No decimos: '¿qué
proporción debería ofrendar?' Sino más bien 'puesto que todo es Suyo; ¿qué
proporción necesito retener?'
Únicamente esta actitud nos hará realistas acerca de cómo
gastamos nuestro dinero: si en cosas innecesarias o en cosas de mucho lujo o
demasiado caras para nuestras necesidades. Debemos acabar con la mentalidad que
considera algunas cosas como nuestras y otras como Suyas. Deberíamos pensar que
todas las cosas son Suyas, y de ellas tomamos para nuestro gasto, a fin de
cubrir nuestras razonables necesidades terrenales.
El corazón del Señor fue conmovido por aquella mujer que
comprometió todo lo que tenía. El apóstol Pablo alaba esta actitud en sus
palabras a los corintios: "no sois vuestros, porque habéis sido comprados
por precio." (1 Corintios 6: 19-20) El rey David entendió esto muy bien
cuando oró: "Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano de
damos." (1 Crónicas 29: 14).
Amamos al Señor por sobre todas las cosas y nos hemos
entregado completamente a Él. Por consiguiente debemos emplear todos nuestros
recursos y energías para Él, como hijos e hijas privilegiados de un Salvador
amado, soberano y glorioso.
2. El Propósito Principal del Diezmo
¿Cuál es, precisamente, el propósito del diezmo o de la
mayordomía? Una buena parte de la respuesta se encuentra en 1 Corintios 9. Al
final de trece versículos de poderoso razonamiento escritural, Pablo dice:
"Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan
del evangelio." (1 Corintios 9: 14). La ofrenda del pueblo de Dios es
principalmente para el engrandecimiento y la proclamación de la Palabra de
Dios.
El Evangelio debe ser proclamado por todas partes; la
viña del Señor debe ser plantada, y la ovejas del Señor apacentadas (versículo
7). Los mensajeros del Señor ('el que ara y el que trilla') deben tener la
capacidad de entregarse a su obra (versículo 10). Entonces este es el propósito
más elevado de la mayordomía cristiana: la proclamación de la verdad salvadora
de Dios, y la instrucción de la iglesia.
De acuerdo con el texto, la idea de que los predicadores
y otros obreros cristianos deben ser sostenidos, no es algo que fue inventado
por la iglesia, sino que fue ordenado por Dios (lo que significa: prescrito,
arreglado y ordenado por Él). Son el plan y la voluntad de Dios.
Es cierto que el pasaje más largo del Nuevo Testamento
relativo a la mayordomía (en 2 Corintios 8 y 9), tiene que ver principalmente
con el alivio de los creyentes afligidos, pero la enseñanza de 1 Corintios 9
respecto al sostén de los predicadores, es tan enfático e imperativo, que es
claramente el primer deber y el principal.
Gálatas 6: 6 insiste también en el sostenimiento del
ministerio de la Palabra. Pablo dice: "el que es enseñado en la Palabra,
haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye." La palabra griega
traducida como partícipe, significa compartir. Esto demuestra que somos
llamados a compartir con aquél que ha sido apartado para enseñar. Pablo nos
ordena la reciprocidad como oyentes y maestros, dando y recibiendo
mutuamente.
Si la mayordomía en una iglesia es pobre, entonces la
diseminación de la Palabra de Dios sufrirá. El pastor será empobrecido, los
misioneros recibirán escasa ayuda; la buena literatura no podrá ser adquirida
ni reproducida; los medios necesarios para el evangelismo y para la escuela
dominical, tales como alojamiento y vehículos, no estarán disponibles. Sin
embargo, el Señor ha ordenado que los mensajeros sean apartados y que la obra
del evangelismo sea sostenida con liberalidad.
Acaso somos indiferentes a la mayordomía de nuestro dinero? Quizás no nos hemos percatado plenamente que Dios ha ordenado que nuestra contribución desempeñará un papel importante en llevar a cabo Sus gloriosos propósitos. Quizá no hemos sentido todo el peso del privilegio y de la responsabilidad que esto conlleva. Tal vez no hemos considerado nunca, seria y profundamente, cuánto deberíamos dar y cómo deberíamos comprometernos a ser fieles a nuestras obligaciones.
3. La Manera de Diezmar
En 1 Corintios 16: 1-2, Pablo habla de la frecuencia y
del espíritu de la mayordomía, diciendo: "En cuanto a la ofrenda para los
santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de
Galacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo,
según haya prosperado."
En este particular pasaje, el propósito de la ofrenda es
benevolencia para los creyentes afligidos; pero la actitud respecto a la
'ofrenda' y su frecuencia, es muy instructiva para todo tipo de ofrendas.
La frase "según haya prosperado" (la versión
antigua traduce: 'lo que por la bondad de Dios pudiere'), tiene un significado
especial. La frase haya prosperado significa literalmente: "Según que haya
sido ayudado por Dios en el camino." Esto implica que las circunstancias
de uno pueden variar de una semana a otra, algo que en aquel tiempo era
ciertamente verdad, y lo es también en la actualidad. Los hogares cristianos
calculaban sus necesidades y daban una porción de su dinero al Señor. Entonces,
si su ingreso se incrementaba, ellos lo veían como que el Señor los prosperaba
a fin de que destinaran más para la ofrenda. Si "Dios les ayudó en su
camino" no era únicamente para su propio beneficio, sino también para su
mayordomía, y en ese espíritu daban. Si los corintios no hubieran contribuido
según el Señor los prosperaba, habrían sido culpables de usar mal (malversar)
lo que Él les dio con un propósito.
La frecuencia de la ofrenda semanal, que involucraba un
cálculo inteligente de los fondos disponibles, demuestra la necesidad de
revisar continuamente nuestra mayordomía. No es suficiente arreglar una
transferencia bancaria, una vez cada seis meses o más, para luego olvidarse del
asunto.
Tenemos una obligación en obediencia al mandato divino, a
ser continuamente sensibles a las necesidades de la obra de Dios, y también
conscientes de la provisión divina para nosotros, para que podamos ayudar a
suplir estas necesidades. Este texto nos llama a ser sensibles constantemente,
vigilantes y responsables de nuestras ofrendas.
No es sorprendente que el apóstol enseñe que la ofrenda
debería ser depositada en el día de la adoración, puesto que la mayordomía es
un acto de adoración, gratitud y dedicación. Adoramos con nuestra mentes,
nuestros corazones y también con nuestros bienes, reconociendo que nada de lo
que poseemos es nuestro, y que somos siervos del Señor.
4. Una Señal Vital del Carácter Cristiano
Otro pasaje importante sobre la mayordomía cristiana es 2
Corintios 8 y 9, que presenta una lista de retos y estímulos. Aquí Pablo dice a
los corintios que ellos deberían saber acerca de "la gracia de Dios que se
ha dado a las iglesias de Macedonia" (2 Corintios 8: 1); la gracia
mencionada es el espíritu de generosidad y ayuda.
"Como en todo abundáis," dice Pablo, "en
fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud. . . abundad también en esta
gracia (2 Corintios 8: 7). Evidentemente, los miembros de la iglesia de Corinto
tenían fe, un vibrante testimonio, un buen conocimiento de doctrina, y una gran
solicitud en muchas cosas, pero no habían comprendido plenamente el deber de la
mayordomía generosa.
Ellos revelaron una significativa área de estancamiento,
en su falla en terminar la mayordomía que habían empezado. Ellos tenían la
intención de dar (versículos 10-11), ciertamente habían empezado a dar, pero no
terminaron la obra. El reto para nosotros es claro. ¿Cuál es el nivel de
mayordomía que hemos alcanzado, el de Macedonia o el de Corinto?
Pero, ¿por qué la ofrenda, en este pasaje, es llamada una
'gracia'? Primero, porque es una manifestación de la gracia de Dios en el
corazón; una evidencia de Su obra transformadora y santificadora. El apóstol
Pablo dijo a los corintios que su generosa mayordomía sería una prueba de la
sinceridad de su amor (versículo 8). También les exhortaba con estas palabras:
"Mostrad, pues, para con ellos ante las iglesias la prueba de vuestro
amor" (versículo 24).
Segundo, la mayordomía es una "gracia" por el
espíritu con que se lleva a cabo. Damos motivados por la gracia. El dador da
voluntariamente y no espera recibir ningún beneficio personal. Es motivado a
dar porque Dios le ha mostrado Su favor libre y gratuitamente.
Si la iglesia fijara el diezmo como algo obligatorio para
sus miembros, entonces sus ofrendas ya no serían una "gracia." Si la gente
ofrendara porque algún maestro del 'evangelio de la prosperidad' los hubiera
convencido de que Dios los recompensaría, entonces su ofrenda ya no sería una
"gracia." Para agradar a Dios, la dádiva debe provenir de un corazón
sincero, como un acto voluntario, sin ninguna expectativa de recibir alguna
recompensa personal.
¿Cuál es nuestra condición ante el Señor? ¿Cuán grande es
nuestro amor? ¿Cuán profunda es nuestra convicción? ¿Cuán sincero es nuestro
agradecimiento y nuestro deseo para el avance de la obra del Señor y la gloria
de Su nombre? Pablo, hablando bajo inspiración del Espíritu Santo, dice que
todas estas cosas son probadas por el vigor de nuestra mayordomía.
¿Por qué debe ser la mayordomía la prueba de ácido de nuestro amor y sinceridad? ¿Es una prueba justa y precisa? Si alguien permite que su mayordomía decaiga, ¿significa que su espiritualidad está decayendo? ¿Realmente indica falta de amor, de compromiso y de profundidad?
La respuesta en 2 Corintios 8 es que, en efecto,
demuestra esto, porque la mayordomía revela la semejanza de familia de los
hijos de Dios. Pablo argumenta que, en nuestra mayordomía, el corazón de Cristo
se manifiesta en nosotros: "porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (versículo 9).
En otras palabras, la mayordomía es una de las pruebas
más reveladoras de nuestra semejanza a Cristo, porque refleja muy claramente Su
carácter. Él se dio a Sí mismo completa y enteramente para beneficio de otros.
Él se despojó de la gloria del cielo por la más profunda humillación, aun hasta
la muerte de cruz, motivado por Su compasión por los pecadores.
En un sentido Él "ha dado" su estado eterno por
Su pueblo, tomando sobre Sí mismo un cuerpo, ahora glorificado, que llevará
para siempre en Su oficio de Rey, guardián y protector.
El Señor Jesucristo, nuestro "hermano mayor,"
precursor y ejemplo, es inmensurablemente desinteresado, amoroso, tierno,
benevolente y generoso. En Su maravillosa gracia y condescendencia, se dio a Sí
mismo, y se dio a Sí mismo enteramente. Entonces, la evidencia más grande de
nuestra semejanza a Él, será manifiesta en nuestra buena voluntad de darnos a
nosotros mismos y nuestros bienes, para Su causa. Si somos mayordomos infieles,
entonces nuestra semejanza de "familia" no será muy visible en
nosotros.
5. Darnos Nosotros Mismos al Señor
2 Corintios 8 pone delante de nosotros el ejemplo de un
pueblo cuyos corazones fueron tan entregados a la causa a la que contribuyeron,
que no dieron sólo su dinero, sino también se dieron ellos mismos (ver
versículo 5).
Al ofrendar el dinero que tanto necesitaban, se sujetaron
a sí mismos a grandes padecimientos, y es en este sentido que la Biblia dice
que: "se dieron a sí mismos al Señor" (versículo 5). Aquí tenemos más
luz sobre la actitud de la viuda que dio todo su gasto al Señor. Tal vez ellos
dijeron: "abstenernos de comer por un día o una semana, para poder mandar
ayuda a los creyentes en Jerusalén, es nuestro servicio para ellos. Ayunaremos
con gozo, para que ellos puedan sobrevivir." (Evidentemente, muchos
creyentes en Jerusalén se encontraban en peligro de morir de hambre a causa de
una fuerte sequía). No dieron solamente dinero, sino cualquier comodidad y
gusto que ese dinero les hubiera comprado, si no lo hubiesen dado. Hicieron un
sacrificio personal mediante esta privación.
Toda mayordomía verdadera y digna es como ésta, porque
planta una diferencia en nuestras vidas. No decimos: "voy a ofrendar
únicamente una suma que me deje libre para gastar el resto como yo quiera, y
para disfrutar cualquier placer o posesión que quiera." Por el contrario,
nosotros debemos decir: "voy a darme a mí mismo al Señor y a Su obra,
reduciendo los gastos extravagantes, los lujos, las cosas superfluas y todos
los deleites innecesarios, con el fin de que el dinero que hubiese gastado en
todas esas cosas, sea dedicado a la causa de mi Salvador."
¿Tomamos tan seriamente nuestro ministerio de mayordomía,
planeando nuestros gastos de tal manera que podamos apoyar gozosamente la
predicación de la Palabra y ayudar a los creyentes necesitados? Ciertamente
debemos mantener un hogar y un estilo de vida suficientes para poder servir
eficazmente al Señor. Pero, ¿tenemos como meta hacer lo máximo que podamos en
lo relativo a nuestra mayordomía?
La mayor prueba de nuestra sinceridad, será nuestra
disposición para asumir el privilegio de la mayordomía. Pablo dice a los
macedonios: "Pues doy testimonio de que con agrado, han dado conforme a
sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que
les concediésemos el privilegio de participar en este servicio"
(versículos 3 y 4). Pablo les dice después: "Ahora pues, llevad también a
cabo el hacerlo. . . porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta
según lo que uno tiene" (versículos 11-12).
Si encontramos que estamos renuentes a dar con
generosidad, deberíamos estar muy alarmados. Debemos escudriñar nuestras vidas
para descubrir las cosas que nos han inducido a dejar nuestro primer amor y a
enfriarnos en el amor hacia Cristo. Una vez encontrado el mal, debemos
desarraigarlo.
Es únicamente cuando estemos dispuestos a perder todo el
beneficio personal de nuestro ingreso, y manifestar la gracia de dar, que
estaremos dándonos realmente al Señor. Pablo anhelaba ver esta disposición en
los creyentes, a fin de que dieran "No con tristeza, ni por necesidad,
porque Dios ama al dador alegre" (2 Corintios 9: 7). La palabra griega
traducida como "no con tristeza" significa como "renuentes"
o como "afligidos."
¿Somos renuentes a repartir nuestro dinero para el Señor?
¿Nos resulta difícil elegir la gloria de Cristo más que las comodidades del
presente? Si es así, derramemos nuestro corazón en arrepentimiento, por nuestra
frialdad. Avivemos nuestra gratitud por nuestra salvación, y por el amor
redentor del Salvador, por la nueva naturaleza que hemos recibido, y por toda
Su paciencia, misericordia y amor para con nosotros.
Pensemos en Su tierna providencia en nuestras vidas, y en
la certidumbre de la gloria eterna, y seguramente nuestros corazones se
derretirán y nos levantaremos con el deseo de asumir nuestra responsabilidad de
apoyar la obra del Evangelio.
Que nunca seamos contados entre aquellos que dan
solamente porque tienen que hacerlo. Más bien demos, porque nos hemos propuesto
en nuestro corazón dar para la obra de Dios. ¡Cuánto nos alienta saber que la
mayordomía alegre y voluntaria agrada al Dios Todopoderoso del cielo!
Sin duda, la frase: "Dios ama al dador alegre,"
es demasiado profunda para que podamos entenderla plenamente. ¿Acaso puede Dios
amarnos más de lo que ya lo ha hecho, al enviar a Cristo para que muriera por
nuestros pecados? Estas notables palabras probablemente significan que Dios
manifiesta Su amor al dador alegre, por la manera en que Su bendición recae
sobre su ofrenda y Su abrazo especial es experimentado por el mayordomo
voluntario.
6. La Generosidad Bíblica Está Relacionada con los Medios.
Pero suponiendo que nos encontramos en dificultades
económicas: ¿es razonable esperar que demos generosamente? Nuestro pasaje en 2
Corintios 8 nos ayuda también en este punto, porque define la generosidad
bíblica en relación con nuestros medios, diciendo: "Porque si primero hay
la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no
tiene." (Versículo 12).
Si queremos dar para el Señor, y hacemos lo mejor que
podamos en circunstancias difíciles, el Señor se agrada y honrará y bendecirá
nuestra ofrenda. Esto lo vemos en la blanca que ofrendó la viuda. Desde la
perspectiva divina, la "generosidad" es un asunto de las
circunstancias de cada uno.
Como J. C. Ryle lo expresó: "Las ofrendas de los
creyentes pobres tienen tanta dignidad como las ofrendas de un príncipe, porque
Cristo toma en cuenta algo más que la simple cantidad de nuestra ofrenda. Él
mira a la proporción de nuestra ofrenda en comparación con todos nuestros
bienes, y también mira la abnegación que exige de nosotros."
Vean el ejemplo de los macedonios, quienes se encontraban
"en grande pobreza de tribulación." Y sin embargo, "la
abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su
generosidad" (versículo 2). Motivados por su gratitud ante la bondad de
Dios para con ellos, hicieron su mejor esfuerzo para contribuir, y el resultado
fue registrado por el Espíritu Santo como "las riquezas de su
generosidad." Según la opinión de Dios, el gozo cristiano se combina con
la pobreza para resultar en "generosidad."
No debemos desanimarnos nunca por la idea de que la
capacidad de nuestra mayordomía es pequeña y que no vale la pena. Vemos en el
lenguaje del Salvador y de Pablo, que el corazón de Dios se agrada ante la
"generosidad" de Su pueblo, sin importar cuán pequeña sea la
cantidad. La ofrenda sincera es un acto de amor y de adoración y Dios obrará
grandes bendiciones para esta clase de ofrendas. La ofrenda pequeña pero que
cuesta, dada con gozo, lleva la fragancia de la gracia de Cristo viviendo en un
corazón redimido.
Podemos pensar que en tanto que demos una porción de
nuestro ingreso, (digamos un diez por ciento), seremos reconocidos como unos
siervos obedientes en el día del juicio. Pero, vean otra vez a los creyentes de
Macedonia, pues ellos se esforzaron en dar más allá de su capacidad (versículo
3). No hay ninguna evidencia de que ellos daban una porción "confortable"
o "conveniente." Al contrario, hay un deseo profundo de esforzarse al
máximo, y esto es lo que el Espíritu Santo aprueba y recomienda.
¿Así sucede con nosotros? ¿Cuándo fue la última vez que revisamos nuestra mayordomía? ¿Es nuestro deseo constante el avance de la obra de Dios? O, ¿hemos caído en el error de pagar un 'impuesto' fijo al Señor, considerando todo el resto como "dinero para nuestros bolsillos"?
7. El Objetivo es el Motivo
Una de las palabras más útiles usada en conexión con la
mayordomía aparece en 2 Corintios 9: 5, en donde Pablo dice: "Por tanto
tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y
preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista
como de generosidad, y no como exigencia nuestra." La palabra traducida
dos veces aquí como "generosidad" (Versión 1960), se traduce en la
versión antigua como "bendición." Esta palabra griega significa algo
más que un don generoso, puesto que incluye la idea de comunicar un beneficio o
una bendición.
Lo que los corintios tenían en mente no era solamente el
alivio del hambre, sino que además se preocupaban por la felicidad y el
bienestar de los afligidos creyentes de Jerusalén. No fue simplemente un
intento de evitar el morir de hambre, sino más bien un beneficio positivo o una
bendición además de eso; una expresión de amor.
La palabra "bendición" (versión antigua) o
"generosidad" (versión 1960), manifiesta un ingrediente muy
importante para la mayordomía cristiana, sin el cual perderemos nuestra motivación,
y nuestra ofrenda se volverá una cosa mecánica. La mayordomía cristiana debe ir
acompañada de un deseo: el deseo de brindar una gran bendición a otras
personas.
En el caso de los afligidos creyentes de Jerusalén, los
corintios querían algo más que su supervivencia. Querían darles salud,
felicidad y ánimo espiritual. Su ofrenda iba acompañada de sus oraciones que
expresaban su preocupación, su afecto y su solicitud por ellos.
Cuando ofrendamos para el evangelismo y el ministerio de
nuestra iglesia, debemos hacerlo con un deseo similar en mente. Debemos
decirnos a nosotros mismos: "esta ofrenda es una bendición o una expresión
de buena voluntad, diseñada para traer luz y vida a las almas
perdidas."
Cuando planeamos nuestra mayordomía debemos pensar en el
beneficio espiritual de otros, que se producirá por la proclamación de la
Palabra. Esta es la meta de la mayordomía, sin la cual se convertirá sólo en un
deber frío y pura formalidad. No ofrendamos porque sea nuestro deber hacerlo,
sino que vemos cómo otras almas pueden ser bendecidas de la misma manera en que
nosotros lo hemos sido. Debemos tener en mente no sólo un don, sino también una
bendición.
El apóstol Pablo se apresura a agregar que si ofrendamos
con este espíritu, en verdad redundará en una bendición: "Pero esto digo:
El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra
generosamente, generosamente también segará." (Versículo 6, Versión 1960).
Aquellos que enseñan el "evangelio de la
prosperidad" sacan estas palabras fuera de su contexto y las aplican al
dador del don, enfatizando que el dador segará más riqueza y beneficio como
recompensa por su ofrenda. Dando este enfoque a las palabras, estos maestros
persuaden a muchas personas para que les den a ellos grandes sumas de dinero
(que son usadas frecuentemente para apoyar su estilo de vida extravagante y
lujoso, especialmente en los Estados Unidos y otros países). Pero esta
interpretación es obviamente equivocada, porque pasa por alto el
contexto.
Las palabras de Pablo simplemente dicen que si sembramos
escasamente (en nuestra ofrenda), no seremos instrumentos para traer muchas
bendiciones a las vidas de otros. Por otra parte, si sembramos (damos)
generosamente, con el fin de comunicar una bendición grande o un beneficio a
otros, entonces Dios bendecirá grandemente a aquellos a quienes fue otorgado el
don.
Las palabras de Pablo no dicen nada aquí acerca de
nuestra prosperidad, ni de la cuestión de si ésta será incrementada como
resultado de nuestra ofrenda. El dador del don segará, en el sentido de que su
ofrenda producirá fruto. Si su motivo es el de bendecir a otros, a su debido
tiempo la semilla crecerá para una gran cosecha. Es un grave error trastornar
este versículo para apoyar a aquellos que ofrendan egoístamente o en la
búsqueda de sus propios intereses.
Otra meta principal que debemos buscar por medio de
nuestra mayordomía, es que sea una alabanza y un agradecimiento a Dios. Este
punto es destacado en 2 Corintios 9: 12, en donde Pablo dice que la
benevolencia de las iglesias redundó en esto: "Porque la ministración de
este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también
abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta
ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de
Cristo."
No importa si damos para aliviar el sufrimiento de otros
creyentes, para la predicación del evangelio, o para la enseñanza de los creyentes,
el resultado de nuestra ofrenda (por la bendición de Dios), es gratitud y amor
para Él. ¿Puede existir un objetivo más elevado que éste: multiplicar la
alabanza y el agradecimiento para con Dios? ¡Cuán fuerte es este incentivo para
nuestra mayordomía, pensar que Dios quiere usarla para producir alabanza y
adoración en los corazones de otras personas!
8. La Seguridad Financiera y el Diezmo
Hay un grandioso versículo en 2 Corintios 9, en donde el
apóstol Pablo se dirige a nuestros temores humanos. Al enfrentarnos con el reto
de ofrendar con liberalidad, quizás seamos tentados a pensar: "pero, ¿qué
tal si repentinamente nos encontramos con tiempos difíciles? ¿Qué tal si no
estuviera otra vez en la posición de adquirir ciertas cosas que me gustaría
tener? Y, ¿qué tal si mi ingreso me llegara a faltar?
A pensamientos semejantes a estos, Pablo dice:
"Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de
que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda
buena obra." (Versículo 8).
Dios cuidará de ti, dice Pablo. Toda gracia, en
abundancia, fluirá hacia ti para que siempre tengas lo suficiente, (fíjate
bien, no demasiado, sino lo suficiente), para agradar al Señor, para servirle y
para crecer en la gracia.
Esta no es una promesa de recompensa material por nuestra
mayordomía, sino una promesa de gracia, la cual es un favor de Dios. La promesa
puede cumplirse en la forma de un apetito modesto y humilde, de tal forma que
vivamos contentos sin muchas de las cosas que los hombres del mundo consideran
esenciales.
Seguramente el Señor nos dará un celo más grande por Su
obra, y nos usará para producir fruto eterno. "Como está escrito:
Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre." (Versículo
9).
Los versículos 10 y 11 del capítulo 9 (la oración de
Pablo a favor de los corintios), enseñan que Dios puede incrementar los
recursos de los mayordomos fieles, a fin de que su mayordomía se incremente
más. El apóstol escribe: "Y el que da semilla al que siembra, y pan al que
come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de
vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad,
la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios."
Es Dios quien provee los recursos para la mayordomía,
quien da los resultados, y aun quien incrementa los recursos de los mayordomos
fieles. ¿Apreciamos el hecho de que el Señor nos ha prosperado para este
propósito? ¿Le defraudamos inconscientemente, guardando para nosotros mismos,
aquello que es para Su obra? Dios suministra o provee la "semilla"
para que Su pueblo siembre.
De este ingreso (dice Pablo, citando a Isaías), viene
nuestro pan, y de ello tenemos que cubrir los gastos de la familia y del hogar.
Pero la porción que sembramos para la cosecha del Señor, Dios la multiplicará.
Por lo tanto, nunca dejemos de orar por la ofrenda que
damos, porque entonces el Señor no magnificará su efecto en la obra del Reino.
Pudiera ser que nosotros estemos entre aquellos que el Señor llamará a una
mayordomía que se incremente constantemente, gobernando nuestras circunstancias
de tal manera que estemos "Enriquecidos en todo para toda
liberalidad." (Versículo 11).
9. El Diezmo Depende del Contentamiento
Hay un reto especial para nosotros que vivimos en este
siglo de abundancia en 1 Timoteo 6: 6-11 y 17-19. "Pero gran ganancia es
la piedad acompañada de contentamiento. . .así que teniendo sustento y abrigo,
estemos contentos con esto."
Cuán esencial es para nosotros que tengamos una actitud
razonable y reservada acerca de nuestros requerimientos en esta vida. Sin
contentamiento, siempre sentiremos la necesidad abrumadora de que "algo
más nos hace falta" y nuestros apetitos inquietos echarán a perder la
administración sabia de nuestros recursos, es decir, nuestra mayordomía.
Es necesario que nos preguntemos constantemente, conforme
planeamos nuestras compras: "¿realmente necesito esto? ¿Es necesario? ¿Qué
sucedería a la obra del Señor, si todos los creyentes gastaran su dinero como
yo lo estoy haciendo? ¿Hago esta compra para mi engrandecimiento o para
impresionar a mis vecinos? ¿Debería yo tener esto, mientras otros creyentes
sufren dificultades, y los mensajeros del Señor están en aprietos económicos?
Pablo advierte que "Todos los que quieren
enriquecerse caen en tentación y lazo," y dice también: "A los ricos
de este siglo manda que no sean altivos," que quiere decir
"engreídos."
Hace muchos años conocí a un hombre cuyos ingresos
personales estaban muy por encima del presupuesto anual de una iglesia grande a
la cual asistía. No obstante, me dijo que su mayordomía no era muy sustancial.
Él mantenía dos casas muy costosas, varios automóviles lujosos, además de otras
comodidades proporcionadas por la riqueza. ¿Qué estaba manifestando este hombre
con ese estilo de vida? Estaba diciendo que él mismo tenía más importancia que
la obra entera de su iglesia. Si gastamos excesivamente en nosotros mismos,
estamos declarando lo que creemos acerca de nuestro valor y nuestra
importancia. Ante los ojos de Dios, aparecemos como el resto del mundo.
Pablo dice: "a los ricos de este siglo manda. . .que
hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos," y esto
quiere decir que estén dispuestos a compartir con generosidad, y que no vean
sus bienes como si les pertenecieran.
La codicia (que significa el deseo de tener más siempre),
es profundamente ofensiva a Dios, y cruelmente dañina para la vida espiritual.
No hay nada que convierta más pronto al creyente en un hipócrita que la
codicia; ni tampoco hay algo más dañino para la mayordomía. Y sin embargo, este
es sin duda, uno de los pecados menos reconocidos o del que menos nos damos
cuenta, aun entre los creyentes.
El Señor dijo: "Mirad y guardaos de toda
avaricia" (Lucas 12: 15). Pablo coloca la avaricia entre la perversidad y
la maldad, en la lista de pecados de Romanos 1: 29. En Efesios 5: 3, está
colocada junto con la fornicación y toda inmundicia y es destacada como algo
que ni siquiera se debería "nombrar entre nosotros."
En Colosenses 3: 5 se nos dice que hagamos morir a la
avaricia, la cual se define como idolatría. Hebreos 13: 5 dice: "Sean
vuestras costumbres sin avaricia," es decir, este pecado debe ser
erradicado de nuestro estilo de vida, porque deberíamos estar completamente
satisfechos con el Señor mismo.
¿Cómo podemos prevenir la avaricia, que es uno de
"los deseos carnales que batallan contra el alma"? (1 Pedro 2: 10).
¿Cómo podemos contener nuestros apetitos, y así guardar el décimo mandamiento:
"No codiciarás"? El gran antídoto, junto con la oración y el contentamiento,
es la mayordomía planeada y generosa de los recursos que Dios nos ha dado. En
otras palabras, el pecado preciso que destruirá nuestra mayordomía, será
restringido si tenemos una administración bíblica y controlada de nuestros
recursos.
Las palabras de Pablo a Timoteo, que los ricos deberían
ser: "Ricos en buenas obras, dadivosos y generosos" no son
simplemente un buen consejo, sino un mandamiento solemne. "Mándalos"
dice Pablo.
La mayordomía no es sólo nuestro llamamiento, sino
nuestro privilegio. Es la salvaguarda más tierna que pudiéramos tener para
protegernos de nuestros deseos y guardar nuestros corazones como dedicados al
Señor y a los asuntos de Su reino. Es un infalible protector contra los
tentáculos de la mundanalidad.
10. El Dar No Debe Tener Nunca un Motivo Egoísta
El apóstol Pablo, en Romanos 12: 8, incluye el ofrendar o
contribuir como un don espiritual, diciendo: "El que reparte, hágalo en
simplicidad." Pablo se refiere aquí a los creyentes que tienen un
ministerio especial en este asunto, presumiblemente porque han sido bendecidos
con mayor riqueza de la normal. Algunas personas pueden caer en la tentación de
ofrendar ostentosamente para atraer hacia sí mismos, la apreciación y la
influencia. Tales personas reciben la advertencia que eviten caer en esa
trampa. Aunque ciertos peligros son particularmente significativos para los que
ofrendan grandes cantidades, no obstante, todos deberían ser cautelosos para
evitarlos.
"Simplicidad" es la norma; esta palabra significa:
"con pureza o sinceridad." "La simplicidad" (palabra usada
por la Versión Antigua) quiere decir, que no deberían existir motivos
ulteriores, como por ejemplo, obtener influencia o ventajas para sí mismos.
Este es un vicio que frecuentemente motiva a los ricos en sus donativos a la
iglesia, y es algo que puede convertirse en un tropiezo para los líderes de la
iglesia.
Una posible paráfrasis de las palabras de Pablo podría
ser la siguiente: "que el que da, lo haga sin ninguna clase de interés
personal." Desafortunadamente, algunos dadores mal motivados han usado
muchas tácticas para asegurar que sus ofrendas les obtengan influencias. A
veces hay personas que quieren que la iglesia adquiera algo que no es aprobado
por los oficiales. Entonces, actuando de manera individual, compran la cosa y
la donan a la iglesia. Esto constituye una violación del orden y gobierno de la
iglesia, porque acaba con el liderazgo espiritual y los procedimientos normales
para la toma de decisiones.
En ocasiones hay personas que donan artículos a la
iglesia (por ejemplo, un nuevo piano), con el fin de llamar la atención y ganar
el aprecio de los demás. A veces, en algunos casos, hay personas que quieren
comprarle al ministro un 'regalo,' para asegurar algún privilegio o trato
especial (quizá para escapar de la disciplina o las consecuencias de su mala
conducta).
Sin duda, muchos donativos directos a la iglesia y al
pastor, son hechos con los propósitos más puros, pero la práctica en sí es muy
peligrosa. Por lo tanto, normalmente las ofrendas deberían llevarse a cabo en
secreto y dirigir todo a la "ofrenda común." Solamente así, no habrá
oportunidad para ninguna tentación y la iglesia podrá financiar su ministerio,
libre de cualquier influencia inapropiada.
Esto va de acuerdo con las instrucciones del Salvador en
el Sermón del Monte: "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los
hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de
vuestro Padre que está en los cielos. . . Mas cuando tú des limosna, no sepa tu
izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto."
(Mateo 6: 1-4).
El ofrendar debería ser, hasta donde sea posible, una
actividad secreta; no debería asegurar ninguna ventaja o privilegio para el
dador. De esta forma, deberíamos reconocer la igualdad de todos los oferentes
ante los ojos de Dios, sin importar si son ricos o son pobres.
11. ¿Es Válido el Diezmo en la Actualidad?
Tradicionalmente los cristianos han tomado el diezmo (el
diez por ciento), como el punto inicial o la base de la mayordomía, puesto que
es visto como la proporción bíblica mínima. Puede ser aumentada conforme el
Señor lo prospere a uno. Dos preguntas son formuladas comúnmente en relación a
este asunto. La primera pregunta es: ¿por qué un requerimiento judaico,
invalidado por la venida de Cristo, debería estar en vigor hoy en día, pues
parece ser un legalismo?
La segunda pregunta, (dando por hecho que el diezmo es
algo saludable) es: ¿debe ser un diez por ciento del ingreso neto o global?
(Neto se entiende como el ingreso después de pagar los impuestos
correspondientes).
En respuesta a la primera pregunta, el diezmo, como una
base correcta para dar al Señor, no está restringido al período del Antiguo
Pacto judaico y las leyes ceremoniales. Es un grave error identificar el diezmo
con la ley dada a Moisés exclusivamente.
En Hebreos 7 leemos acerca de Melquisedec, rey de Salem,
sacerdote del Dios Altísimo, quien bendijo a Abraham cuando regresó de la
derrota de los reyes, "a quien asimismo dio Abraham los diezmos de
todo." (Hebreos 7: 2).
Este grande y misterioso rey de Salem, fue reconocido por
Abraham como el representante del Señor, y el diezmo fue la respuesta correcta
a la bendición recibida de él. Debemos dar por hecho que el Señor reveló esto a
Abraham.
El pasaje en Hebreos destaca el hecho que Melquisedec
representa un sacerdocio más alto que el de Aarón, a saber, el sacerdocio de
Cristo Jesús. Pero, para nuestro estudio ahora, simplemente hacemos la
observación de que Abraham, muchos siglos antes de que la ley ceremonial fuese
dada, está consciente de que el diezmo era una base correcta para su
ofrenda.
Además, este conocimiento fue comunicado posteriormente a
la familia, porque cuando Dios se encontró con Jacob en Bet-el y lo bendijo con
muchas promesas, Jacob de inmediato se comprometió a dar un diezmo de todo lo
que recibiera. (Génesis 28: 22).
Por lo tanto, el diezmar existió previo al pacto mosaico
y no debería ser considerado como perteneciente exclusivamente a la ley
ceremonial, la cual fue abolida por Cristo. No tiene el mismo carácter que la
circuncisión (la cual fue también previa a Moisés), porque la circuncisión ha
sido claramente anulada por el Nuevo Testamento.
Un punto importante de recordar acerca de la mayordomía
neotestamentaria es que, puede exceder grandemente el porcentaje del diezmo
(como por ejemplo el caso de las dos blancas de la viuda), y por lo tanto,
ninguna forma fija de dar está vigente ahora. Hoy es un asunto del corazón y de
la generosidad máxima, según como el Señor nos haya prosperado. No obstante, el
diezmo todavía permanece como una guía de lo que constituye una porción mínima
y razonable.
Vale la pena notar que en los tiempos del Antiguo Testamento,
cuando una multitud mixta de judíos fue obligada a diezmar, en realidad fueron
obligados a dar mucho más que el diezmo. Un estudio cuidadoso de los pasajes
que mencionan el diezmo, demuestra que los judíos dieron dos o hasta tres
diezmos distintos, sin contar los costos adicionales de los sacrificios
personales sobre el altar.
El costo real de la mayordomía veterotestamentaria, ha
sido calculado como una quinta parte de su hacienda (veinte por ciento).
Además, cuando recordamos que la gran mayoría de los judíos realmente no
experimentaron la gracia de Dios en sus corazones, seguramente sentiremos que
nuestra ofrenda no debería ser menos que la de ellos. Visto de esta manera, un
diezmo del ingreso global parecería ser una porción baja para la mayordomía de
aquellos que disfrutan la luz gloriosa del Evangelio y poseen una esperanza
firme del cielo.
No debe sorprendernos encontrar que los primeros
convertidos a Cristo, al ser librados de la ley, rindieron sus bienes liberal y
gratuitamente al Señor. Porque "Todos lo que poseían heredades o casas,
las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los
apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad." (Hechos 4:
34-35).
(Fue también en aquel entonces que el Señor dio una
advertencia solemne a las iglesias acerca de la gravedad de la hipocresía en la
mayordomía, una advertencia en el juicio que cayó sobre Ananías y Safira,
cuando conspiraron para defraudar a los apóstoles).
Seguramente el diezmo del Antiguo Testamento nos revela
una porción básica como nuestra responsabilidad. También nos muestra que el
diezmo es el diez por ciento de "todo," y no solamente del así
llamado "ingreso disponible." Abraham dio un diezmo de todo, y Jacob
dijo al Señor: "De todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para
Ti."
A veces se escucha la queja de que ninguno de los
patriarcas ni sus sucesores tuvieron que pagar impuestos al gobierno secular.
Pero ellos incurrieron en costos directos por cosas que nosotros pagamos a
través de impuestos, por ejemplo, la provisión para todo el bienestar social.
12. El Deber de los Oficiales de la Iglesia
A un nivel práctico, del ejemplo apostólico se deduce
claramente que el Señor requiere que se rindan cuentas por el dinero ofrendado.
Se nos ordena imitar el ejemplo de Pablo, quien se esforzó para asegurar que
las iglesias que ofrendaron para las necesidades de Jerusalén, escogieran
mensajeros de confianza para viajar con él y supervisar la distribución de los
fondos.
Pablo explica con claridad el motivo de estas medidas:
"Evitando que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda abundante que
administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del
Señor, sino también delante de los hombres." (Vea 2 Corintios 8: 18-23).
Los siervos del Señor deben procurar estar muy por encima de toda sospecha o
calumnia.
Los escándalos de ciertos tele-evangelistas que han sido
convictos por fraude y por desvío de fondos son los malos ejemplos que ayuda al
cristiano a desconfiar y a constringir el conocimiento y entendimiento de lo
que es ofrendar y diezmar. Este desvío a gran escala de los donativos,
para sus usos personales, fue posible porque los empleados responsables del
cuidado de estos fondos, actuaron bajo sus órdenes.
Al pueblo de Cristo se le ordena seguir procedimientos
para el manejo del dinero, que están por encima de todo reproche. Salirnos de
estas normas no es solamente falta de sabiduría, sino además una desobediencia
espiritual.
La promesa de Dios de que quienes siembran generosamente,
segarán generosamente (2 Corintios 9: 6), lleva implícita una advertencia para
los líderes de la iglesia. ¿Hasta cuál punto son las ofrendas del pueblo de
Dios administradas, tomando en cuenta la promesa del Señor que "segarán una
bendición"? ¿Qué hará Cristo con aquellos líderes de la iglesia que
malgastan los fondos en una forma insensata?
¿Son los pastores sensatos y están exentos de
extravagancias en la forma en que gastan los fondos para mantener las
instalaciones del templo? No debemos olvidar nunca que el Señor ha prometido
que los dadores recibirán una cosecha de bendiciones a través de sus ofrendas.
13. La Respuesta de un Corazón Redimido
Vivimos
en tiempos en los que el ateísmo abunda y mucha gente tiene su mente lavada por
las fuerzas de la inmoralidad, llamando mal al bien y bien al mal. Nunca desde
los tiempos anteriores a la Reforma, la luz del Evangelio ha estado tan cerca
de ser extinguida en el continente europeo.
Estamos siendo testigos también de la erosión de los
remanentes del cristianismo bíblico en países como Estados Unidos. En América
Latina, el catolicismo mantiene el dominio y la gran mayoría de los evangélicos
han sido leudados por las doctrinas pentecosteses, el arminianismo y los
métodos de la creencia fácil. ¿Es este el tiempo para que aquéllos que aman la
verdad, busquen enriquecerse en la tierra o sucumbir ante la autoindulgencia y
las comodidades terrenales?
¡Que Dios conmueva nuestros corazones para que nos rindamos a Él en servicio y mayordomía! Hay tanto trabajo por hacer: predicadores que necesitan sostén, misioneros que es necesario enviar, iglesias que necesitan ser fortalecidas, ministros que requieren capacitación, la impresión de literatura y libros, y muchas otras tareas por hacer en estos últimos días de oportunidad evangelística.
Seguramente nuestro gozo más elevado es el de asestar
fuertes golpes contra el príncipe de la potestad del aire, y buscar triunfos
para el Evangelio y para la gloria de Cristo.
Hemos visto que la Palabra de Dios nos dice que todo lo
que poseemos le pertenece al Señor. Él nos prospera específicamente para la
obra del Reino. Por lo tanto, debemos estar atentos constantemente a las
necesidades de la Iglesia.
La mayordomía es nuestro llamamiento, y la esencia de la
adoración verdadera. Ser un dador generoso es una marca crucial del carácter
cristiano y de la santificación. Consiste en darnos a nosotros mismos al Señor.
El Señor hará fructificar el objetivo deseado de cada 'dador' sincero y honrará
toda nuestra abnegación. Él será nuestra seguridad, nuestro escudo y nuestro
gran galardón, mientras obedezcamos Sus palabras: "De gracia recibisteis,
dad de gracia." (Mateo 10: 8).
¿Están los cristianos en general menos comprometidos de
lo que estaban antes? ¿Acaso la nueva generación de convertidos no entiende el
punto de la mayordomía de sus medios? ¿Nos hemos convertido en una generación
echada a perder, tan acostumbrada a un elevado estándar de vida que no queremos
deshacernos de mucho para darlo al Señor? Si es así, entonces nos hacemos daño
a nosotros mismos y perdemos una tremenda instrumentalidad espiritual. Que el
Señor bendiga para nuestros corazones este análisis de algunos versículos
grandiosos del Nuevo Testamento, que enseñan los deberes y las bendiciones del
"diezmo" por parte del pueblo de Dios.
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