¿Qué significa temerle al Señor?
¿Qué significa temerle al Señor?
Para entender que significa temerle al Señor, lo primero que la persona tiene que comprender es: ¿qué significa “Dios”? y ¿quién es ese “Dios”? Si la persona no comprende el significado de “Dios” ni quien es entonces mucho menos va a entender lo que es temerle a “Dios”.
Para un no creyente, el temor de Dios es simplemente temer el juicio de Dios y la muerte eterna, la cual es la separación eterna de Dios. Esto, Dios ya lo ha plantado en el corazón de la persona desde el nacimiento. No existe una sola persona en el mundo que no le tenga temor a la muerte, nadie quiere morir, nadie, absolutamente nadie. Y la razón es porque existe una incertidumbre en su corazón de que no saben donde van a parar o que les puede pasar después de la muerte.
Meditemos en los dos próximos versículos para que puedan entender mejor lo anterior dicho:
Lucas 12:5 nos dice:
“Les voy a enseñar más bien a quién deben temer: teman al que, después de dar muerte, tiene poder para echarlos al infierno. Sí, les aseguro que a él deben temerle.”
Y Hebreos 10:31 nos dice:
¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!
Ahora, para un creyente, el temor de Dios debe de ser algo muy diferente. El temor del creyente debe de ser la reverenciar a Dios.
Meditemos lo que nos dice Hebreos 12:28-29 los cuales son buenos versículos con una buena descripción de esto, “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”. Esta reverencia y admiración es exactamente lo que debe significar el temer al Señor para los cristianos. Este es el factor que nos debe motivar a rendirnos al Creador del Universo.
Proverbios 1:7 declara, “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová...”. Vuelvo y repito, hasta que comprendamos; ¿qué significa “Dios” y quien es Dios? y desarrollemos un temor reverencial hacia Él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría. La verdadera sabiduría sólo viene de entender quién es Dios y que Él es santo, justo y soberano.
Deuteronomio 10:12, 20-21 dice: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma”. “A Jehová tu Dios temerás, a Él solo servirás, a Él seguirás, y por su nombre jurarás. Él es el objeto de tu alabanza, y Él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto”. El temor de Dios es la base para nuestro andar en Sus caminos; servirle y sí, amarlo.
Muchos tienen la tendencia de minimizar el temor de Dios de los creyentes, interpretándolo como “respetarlo”. Mientras que el respeto indiscutiblemente está incluido en el concepto del temor de Dios, es mucho más que eso. El temor bíblico de Dios para un creyente, incluye el entender lo mucho que Dios aborrece el pecado y temer Su juicio sobre éste – aún en la vida de un creyente. Hebreos 12:5-11 describe la disciplina de Dios hacia el creyente.
Medite en los versículos:
“Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirige:«Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.» Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.”
Aunque es hecha en amor. Leamos lo que nos dice Hebreos 12:6: “porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.” Aun así, es algo que hay que temer. Como hijos, el temor a la disciplina de nuestros padres, sin lugar a duda, nos previno de algunas malas acciones. Lo mismo debe ser verdad en nuestra relación con Dios. Debemos temer Su disciplina y, por lo tanto, buscar el vivir nuestras vidas de tal manera que lo agrademos.
Los creyentes no deben “tener miedo” de Dios como si fuera un monstro. Como cristianos no tenemos razón para tenerle miedo a Dios de esa manera. Si aceptaste al Señor, eres cristiano y como cristiano tenemos Su promesa de que nada podrá separarnos de Su amor.
Medita en Su palabra, Romanos 8:38-39:
“Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús …”
Tenemos Su promesa de que nunca nos dejará o desamparará. En Hebreos 13:5 no dice: “Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho:
«Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.»
El temer a Dios significa tener tal reverencia por Él, que éste tenga un gran impacto en la manera en que vivimos nuestras vidas. El temor de Dios es respetarlo, obedecerle, someternos a Su disciplina, y adorarlo con admiración.